Mi aventura como ceramista

Mis consejos por si quieres comenzar en el mundo de la cerámica

5/18/20257 min read

No sé si catalogarme como ceramista. En estricto rigor, no lo soy. Ya son casi dos años desde la última vez que metí las manos en la arcilla, así que me siento medio “patudo” al hacerme llamar ceramista. Quizás fui ceramista, o “ceramista en receso” suena más acertado para describir mi estado actual.

No todos los bonsaístas se lanzan en la aventura de la cerámica, pero muchos prueban aunque sea una vez. Lo mío fue un poco más extenso y, si no fuera por factores que no manejo, lo más probable es que seguiría haciéndolo. Sentarse en el torno y formar una pieza con la presión de tus manos es un proceso muy gratificante cuando llegas a buen puerto.

Cuando comencé con el bonsái, la cantidad de lugares donde conseguir macetas en Chile era limitada. Y si bien podías encontrar algunas, el tamaño o la forma ideal difícilmente estaban disponibles. En esos momentos uno se pone ingenioso y trata de hacer macetas con lo que tiene a mano, como por ejemplo, el cemento. Yo creo que muchos han intentado con cemento, y la verdad, fue debut y despedida. La única maceta que hice de cemento pesaba como seis de cerámica, y la forma tampoco me convencía. Así que me dije a mí mismo: ¿cuál es el sentido de hacer macetas pesadas y estéticamente poco interesantes?

Ahí fue cuando encontré a Gabriela, mi profe de cerámica, una maestra de la arcilla. El único problema: vivía en Quellón. Para quienes no conocen la isla de Chiloé, Quellón es la última ciudad al sur, y desde mi casa son 1,5 horas sin tráfico y 2 horas en hora punta. Aun así, me embarqué en mi aventura. Comencé yendo una vez a la semana y empecé a aprender torno de inmediato. Me acuerdo que quiso enseñarme otras técnicas primero. Hice una maceta con placa y no me resultó complicado, así que, como soy porfiado, le dije: “Hagamos torno. Las otras técnicas las puedo practicar en mi casa”. A mi modo de ver, aprender a tornear bien era lo que más me iba a enriquecer.

Así que comencé a tornear. Y obviamente, partí con una maceta de bonsái. Mi profe nunca había hecho una, así que me guiaba según lo que yo le iba diciendo. No les voy a mentir: las primeras macetas que salieron del torno fueron bellísimas. Para ser mi primer intento, estaba recontra feliz.


¿Has hecho macetas? ¿Cuál es tu técnica favorita? ¿Qué opinas de las macetas de autor? Déjame tu opinión en los comentarios.

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Con el tiempo empecé a mejorar el nivel, y mientras en mi casa hacía macetas de placa y de formas orgánicas, los días en el taller los dedicaba solo al torno. Al principio lograba hacer una maceta por clase, y ya en las últimas veces que fui, podía sacar cuatro macetas grandes. Entre lo que hacía en el taller y en casa, producía una cantidad no menor de macetas al mes, y cuando consideré que la calidad era buena, comencé a vender. Debo reconocer que me fue bastante bien: vendí casi todas las macetas que hice, tuve buena acogida entre mis colegas, y solo me quedé con algunas que hice especialmente para ciertos árboles. Todo esto ocurrió en el transcurso de unos dos años.

Pero como todo, esas primeras piezas fueron donde cometimos todos los errores y fuimos corrigiendo el camino. Tuvimos varios problemas: aplicar mal el esmalte y que se pegaran las macetas en el horno, o errores en los espesores del fondo, que hicieron que varias se rajaran por donde están los drenajes. Este último problema ocurrió varias veces hasta que dimos con los espesores correctos. ¿Qué pasó con esas macetas? Están en mi jardín, en algún árbol. Tienen defectos, pero para uso personal, andan muy bien.

Foto 1: Primera maceta que hice en el torno. Se nota la falta de experiencia.

Aplicando engobe (arcilla + agua + pigmento) sobre una pieza ya torneada y con tiempo de secado al aire.

Mis primeras macetas, una de placa y dos de Torno. Julio 2022.

Así que si estás pensando en hacer macetas, te puedo aconsejar un poco. Aquí van algunas cosas que te pueden ayudar:

🗸 Armar un taller es costoso. Un horno tiene un valor cercano a los 4 millones CLP (aprox. 4000 dólares), por lo que es una inversión que solo vale la pena si planeas hacer un negocio. Si solo quieres hacer macetas para ti, busca a alguien que te cobre por el uso del horno. Muchos ceramistas cobran la “quemada”.

🗸 Si quieres mantener los costos bajos, haz macetas de placas. Los implementos son fáciles de encontrar y puedes hacerlo en tu casa sin generar un gran desorden. Solo necesitas encontrar dónde quemar.

🗸 El torno también es caro. Uno bueno puede costar cerca de 1,5 millones (aprox. 1500 dólares). Puedes hacer lo que yo hacía: tomar clases de torno y usar ese tiempo para crear tus macetas. Si no tienes esa opción, intenta con la técnica de placas u otra.

🗸 Sé creativo. Crea kuramas o macetas en formas orgánicas. Al igual que con la técnica de placas, las herramientas son fáciles de conseguir. Solo necesitas una buena arcilla.

🗸 Quema en alta temperatura. Los ceramistas que no hacen bonsái suelen trabajar en baja y alta temperatura. Asegúrate de que tus piezas se quemen en alta: esto garantizará macetas resistentes a las variaciones de temperatura, especialmente en lugares donde bajan de los 0 °C.

🗸 Busca un buen profesor. En mi caso, tuve la suerte de encontrar a alguien con formación seria y gran conocimiento.

Volviendo a mi experiencia: sin duda, el torno es de las cosas que más echo de menos. Pero hay otra cosa que extraño: poder experimentar. En algún momento, comencé a hacer kuramas y a probar con diseños más orgánicos y aplicación de óxidos. De ese afán creativo salieron piezas realmente buenas, y creo que las que más me gustaron fueron las de esa etapa en que experimenté. Incluso me arrepiento de haber vendido algunas.

Este último punto es súper importante: piezas únicas.

El trabajo de cerámica de autor es eso: crear piezas únicas. Muchas veces he leído o escuchado discusiones sobre los costos de una maceta de autor y su diferencia con las comerciales hechas en grandes cantidades, como las chinas. Se dice: “Este ceramista cobra caro, mejor me compro una barata, porque al final cumple la misma función”. Y si bien están en lo correcto, la riqueza de esa pieza hecha a mano tiene la impronta del artista y es —o será— un recipiente único que potenciará aún más la obra que está plantada en ella.

Son piezas irrepetibles. Por lo tanto, cuando veas una pieza hecha a mano, mira las características que la hacen única. Piensa en el trabajo que su autor puso en ella y, desde ahí, decide si vale la pena pagar el precio que tiene.

No digo que todas las macetas de autor sean buenas. Probablemente verás muchas que no te gusten. Pero cuando veas una que te enamore, recuerda el trabajo que hay detrás.

Por mi parte, espero volver a meter las manos en la arcilla pronto.

Y si tú aún no lo has hecho: prueba, porque la satisfacción de ver un árbol diseñado por ti, en una maceta hecha por ti, no tiene precio.

Primeras piezas de buena factura en secado.

Confección de patas.

En proceso de torneado.

Imágenes de algunas piezas que realicé durante ese periodo.

Mezcla de piezas creadas en el taller y en casa, ya listas para su segunda entrada en horno y obtener la pieza final.

Puliendo detalles antes de entrar a horno.

Primeras kuramas y experimentos con placa.

Una de las macetas de torno, después del retorneado.

Foto 2: Segunda maceta que hice en el torno. Utilicé dos esmaltes y me encantó el resultado. Pero no limpié las patas y se pegaron al horno. Por eso en la foto las trato de ocultar con la mano.

Foto 3: Maceta de la segunda o tercera vez que ocupé el torno. Cometí el error de dejar su fondo mucho más grueso que las paredes. Eso hizo que la maceta se rajara en la base. Invendible, pero aún está en mi jardín luciendo una haya.

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